Desde que nacemos, aprendemos a mirar hacia afuera. Es natural pero también, buscamos aprobación en las miradas, seguridad en las palabras, sentido en las enseñanzas de otros. La especie humana ha sobrevivido así: siguiendo, imitando, obedeciendo. Y no hay nada malo en ello: fue necesario para la vida en comunidad. Pero con el tiempo, esa costumbre se convirtió en un hábito profundo: creer que la brújula de nuestra vida está en manos ajenas.
Seguimos líderes, maestros, libros, tendencias, religiones o ideologías que prometen respuestas. Y cuanto más escuchamos fuera, más sentimos que nos falta algo dentro. Como si nuestra vida fuese un rompecabezas incompleto al que siempre le falta la pieza esencial.
La terapia Hakomi me recuerda, una y otra vez con su práctica, que el viaje no consiste en que alguien me entregue esa pieza. El proceso terapéutico no es un lugar donde recibir soluciones en bandeja, sino un espacio donde descubrir lo que ya late en mí. Donde darme permiso para escuchar lo que sé, aunque haya olvidado que lo sabía.
¿Dónde está el verdadero maestro?
La pregunta no es nueva. Hace dos mil años, Jesús ya nos hablaba de ella.
No vino a instituir un poder externo más, sino a recordarnos que la voz de Dios susurra en lo íntimo de cada uno, y que allí se escribe nuestro propio camino. ¿Cómo permitir que otro decida por ti si no escucha el murmullo de esa voz que solo a ti te habla? Quizás alguien pueda señalar la piedra en tu sendero, pero no podrá apartarla. Quizás alguien vea la lágrima en tus ojos, pero solo podrá ofrecerte un pañuelo para que tú decidas si la secas. El verdadero maestro no está fuera, está dentro.
Y ese es el gesto más radical: aprender a escuchar en silencio lo que te pertenece solo a ti.
Hakomi: estar con lo que está
De eso se trata Hakomi.
No de recetas ni soluciones externas, sino de acompañar lo que emerge en el instante.
De confiar en que, si me detengo y escucho, esa voz interior se hará presente en mis oídos y en mi cuerpo. Hakomi es presencia. Es sostener la lágrima sin querer borrarla, es acompañar la piedra sin moverla, es confiar en que tu organismo, en su sabiduría, sabe cómo caminar alrededor, a través o más allá.
No hay fórmulas, solo escucha.
No hay gurú, solo tu experiencia.
No hay camino más verdadero que el que ya susurra en ti.
¿Por qué buscamos tanto afuera?
Quizá porque el miedo ancestral al rechazo todavía habita en nuestros huesos.
En tiempos antiguos, quedar fuera de la tribu significaba la muerte. Hoy, aunque nuestra supervivencia no dependa literalmente de ello, seguimos temiendo estar solos, sentirnos diferentes, no pertenecer. Y así cedemos: delegamos en otros nuestra capacidad de decidir, de nombrar lo que sentimos, de elegir lo que necesitamos. Delegar parece cómodo. Nos ahorra el vértigo de la incertidumbre. Pero también nos roba soberanía. Cuando permitimos que otro nos diga qué sentir, qué hacer o qué pensar, nos desconectamos de la única fuente auténtica: nuestra propia sabiduría interior.
Autoindagación: el arte de volver
La autoindagación no es un ejercicio intelectual, es un gesto de honestidad.
Es quedarme conmigo sin huir, aunque lo que aparezca sea incómodo.
Es sostener la vergüenza, el miedo, la duda… y descubrir que debajo de todo eso hay vida esperando ser reconocida. El método Hakomi nos recuerda que el cuerpo guarda la verdad. En el silencio de la respiración, en la tensión de un músculo, en la emoción que se asoma cuando cierro los ojos, está la pista. No necesito escenarios especiales ni fórmulas mágicas: puedo escucharme mientras lavo los platos, camino por la calle o abrazo a alguien. La autoindagación es volver a mí, a esa fuente interna que nunca dejó de hablar.
Si quieres experimentar en primera persona lo que significa la autoindagación y la escucha interior, te invito a unirte a mis prácticas grupales online de Hakomi.
Un espacio seguro, cercano y transformador donde podrás:
- Explorar tu cuerpo y tus emociones desde la presencia terapéutica.
- Observar tus patrones internos con suavidad y curiosidad.
- Conectar con tu sabiduría interior en compañía de otros buscadores.
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El peligro de seguir a Gurús
Vivimos en una época saturada de consejos rápidos. Cada día alguien aparece con cinco claves para ser feliz, tres pasos para sanar, diez fórmulas para alcanzar la plenitud. Y no es que esos mensajes no puedan inspirar; lo problemático es cuando nos volvemos adictos a ellos. Cuando creemos que la próxima técnica, el próximo curso, la próxima voz será la que finalmente nos complete. El riesgo es la dependencia. Y la dependencia trae desempoderamiento.
Cuanto más sigo fórmulas externas, más dudo de mi propia voz.
Cuanto más espero respuestas de otro, más silencio la mía. En terapia Hakomi veo a menudo ese momento crucial: cuando alguien se da cuenta de que no necesita que yo le diga qué hacer. Que mi labor no es dar respuestas, sino acompañar el proceso en que surjan las suyas. Ese instante es profundamente liberador.
Entonces, ¿te atreves a Ser tu propia maestra?
¿Y si el verdadero maestro habita dentro? ¿Y si el trabajo más valiente es aprender a escuchar lo que brota desde adentro, aunque contradiga lo que dicen los demás?
Ser tu propia maestra no significa cerrarte al mundo ni despreciar las enseñanzas ajenas. Significa escucharlas, integrarlas, y después dejarlas ir para encontrar tu propio camino. Hakomi es ese bosque silencioso en el que descubres que no necesitas correr hacia ninguna parte. Que tu cuerpo ya sabe. Que tu ser profundo ya guarda la respuesta. Que la llave de tu vida no está en manos de ningún gurú, sino en la quietud con la que decides escucharte.
✨ Este escrito es una invitación a volver a ti, a mirar dentro con ternura y curiosidad. A recordar que nadie puede recorrer tu sendero por ti. Y que en ese viaje de autoindagación, cada paso que das hacia adentro es también un paso hacia tu libertad.
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Un espacio único para silenciar lo externo, abrir la escucha y reencontrarte con esa voz que nunca dejó de guiarte; una experiencia de sanación profunda donde cuerpo, mente y espíritu se encuentran en equilibrio.
Al final, Hakomi es recordar lo simple: estar con lo que está.
Cuando silencias el ruido externo, descubres que tu voz interior siempre estuvo ahí, esperando ser escuchada.
Ese susurro es tu verdadero maestro, y cada paso hacia él es un acto de libertad.
