En los tiempos que corren, autocuidarse parece más un mito que una realidad. Las mujeres-madres, trabajadoras incansables, compañeras atentas, amantes entregadas… solemos vivir más cerca del descuido propio que del cuidado íntimo. ¿TE SUENA?
Nosotras, que sostenemos tanto y a tantos, quedamos muchas veces al final de nuestra propia lista. No porque no lo merezcamos, sino porque la vida nos arrastra a poner nuestra energía fuera, olvidando el lugar sagrado desde donde todo nace: nosotras mismas.
Cuando alguien nos dice “cuídate” o «descansa un poco», la palabra suele sonar más a orden que a abrazo. Como si ya estuviéramos fallando de antemano, como si no lo estuviéramos intentando cada día con todas nuestras fuerzas. Y la verdad es que todas queremos hacerlo bien, todas lo intentamos…
Quizás lo que necesitamos no es que nos recuerden en imperativo lo que deberíamos hacer, sino que alguien pueda sentir con nosotras ese anhelo profundo que late en cada madre: el deseo de estar bien, de sostener, de dar lo mejor. Y también, a veces, el deseo de parar, de estar solas, de volver a habitarnos sin exigencias.
Entre todas, podemos aprender a hablarnos desde un lugar menos invasivo y más compasivo. A recordarnos, no lo que nos falta, sino lo que ya hacemos cada día con tanta entrega. A mirarnos con ternura, entendiendo que cuidarse no siempre significa “hacer más”, sino también permitirse descansar, soltar, recibir.
🌱 Porque no se trata de lujo, se trata de sentir qué necesitas ahora.
Hay momentos en que entregarse es hermoso y natural. Y hay otros en los que parar es la única forma de poder seguir dando.
Me encanta cuando recibo un mensaje de una madre que dice: “¿puedes quedarte con mi hijo un rato? Necesito hacer algo sola”.
O cuando me preguntan por un retiro con la ilusión de volver a vivir la sacralidad que son.
Esos gestos, aunque pequeños, tienen una fuerza inmensa: son recordatorios de que no somos solo lo que damos, también somos lo que somos en silencio, en soledad, en pausa.
En Hakomi hablamos de organicidad: el respeto al ritmo natural del organismo, la confianza en que sabe lo que necesita. Ese mismo principio vive en la maternidad: cuidar a los demás está bien, pero si necesitas parar, también está bien.
No hay nada malo en entregarse. No tienes que evitarlo, no tienes que huir de tu rol de madre. Pero tampoco hace falta exigirte perfección. Puedes criar y, al mismo tiempo, reconocer que también eres mujer, cuerpo, alma, ser sagrado.
🌸 Estas vacaciones —o este momento de tu vida— pueden ser una oportunidad para escucharte con suavidad:
- ¿Qué me pide mi cuerpo?
- ¿Qué anhela mi corazón?
- ¿Qué necesita mi espíritu?
Cuidar de ti no es ponerte por encima de nadie.
Es simplemente honrar tu ser, para que tu entrega brote desde un lugar de abundancia y no de agotamiento.
Cuando una madre respira, toda la familia respira con ella.
Cuando una madre se trata con respeto, sus hijxs aprenden a tratarse con respeto.
Y cuando una madre recuerda su sacralidad, la vida entera se transforma.
Me encanta cuando recibo mensajes de mamás que me dicen algo tan simple y tan valioso como:
“¿Puedes quedarte con mi hijo un rato? Necesito tiempo para mí sola…” Detrás de esas palabras hay un acto de enorme amor: el de reconocer que parar también es parte de criar. Que cuidarse no es egoísmo, sino la forma de seguir sosteniendo con presencia y autenticidad. También me emocionan las preguntas que llegan cuando alguien se interesa por un retiro: “Siento un anhelo de volver a mí, de vivir la sacralidad que soy…”. Ahí está la verdad más profunda: no se trata de escapar de la maternidad, sino de recordarnos que además de madres, seguimos siendo mujeres, cuerpos vivos, espíritus que necesitan respirar y expandirse.
🌱 Guía práctica para escucharte
Si sientes que a veces te pierdes en las exigencias diarias, aquí te comparto algunas preguntas simples para empezar a escucharte:
- ¿Qué me pide mi cuerpo hoy? ¿Sueño, movimiento, silencio, alimento distinto?
- ¿Qué anhela mi corazón en este momento? ¿Abrazo, compañía, juego, soledad?
- ¿Qué necesita mi espíritu? ¿Orar, meditar, escribir, danzar, conectar con la naturaleza?
- ¿Qué puedo soltar de mi lista de “pendientes” para darme un respiro real?
- ¿Qué gesto pequeño de cuidado puedo regalarme ahora mismo?
Escuchar estas respuestas, sin juicio, es ya un primer paso hacia el autocuidado. A veces no se trata de grandes cambios, sino de sostener esos instantes en los que puedes detenerte y sentirte.
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