Un acto de presencia que transforma
La gratitud es mucho más que un simple “gracias” o un gesto de cortesía; es una práctica consciente que podemos cultivar a lo largo de la vida.
A veces damos por hecho las cosas positivas y nos dejamos atrapar por las dificultades del camino. Sin embargo, la gratitud nos invita a cambiar de perspectiva y reconocer que, aunque no siempre podemos elegir lo que sucede, sí podemos elegir cómo queremos sentirlo y vivirlo.
Esta elección es una poderosa herramienta de bienestar emocional: nos ayuda a fortalecer la resiliencia, a encontrar sentido incluso en lo complejo y a incrementar nuestra satisfacción con la vida.
“El agradecimiento es el origen de la virtud” – Lao Tse
“La gratitud es la raíz de todas las virtudes” – San Agustín
Ambas frases nos recuerdan que agradecer, incluso en medio de la dificultad, nos abre a una nueva manera de habitar la vida. La gratitud cultiva virtudes como la paciencia, la humildad y la compasión, cualidades que nos ayudan a caminar con más ligereza y sentido.
🌸 Cuando agradecer no es fácil
Sentir gratitud en circunstancias difíciles —dolor, pérdida, tristeza, miedo— no es un acto automático. A veces, la mente se aferra a lo que falta o a lo que duele, y el corazón se cierra.
La gratitud no es negar el sufrimiento, sino reconocer que junto a la herida pueden coexistir pequeños destellos de luz: un abrazo, una palabra de aliento, la brisa en la cara, la quietud de un instante.
En nuestra sociedad, lo inmediato y superficial a menudo tiene prioridad sobre la reflexión y el aprecio profundo. Volver a la gratitud como práctica nos conecta con una humanidad más auténtica y compasiva, recordándonos que la vida se saborea mejor cuando aprendemos a detenernos.
🌱 Gratitud en el cuerpo: una mirada Hakomi
En el método Hakomi, la gratitud se explora desde el cuerpo y la presencia. No es solo un pensamiento, es una vivencia encarnada.
En mis sesiones, tanto individuales como grupales, creamos espacios para experimentar cómo la gratitud se siente físicamente, cómo suaviza los músculos, abre el pecho y calma la respiración.
Cuando la practicamos juntos, surge una sensación colectiva de paz, calma y serenidad. Es un recordatorio de que la gratitud no es solo individual: también nos conecta con los demás en un tejido invisible de cuidado y pertenencia.
Como dice el maestro zen Thich Nhat Hanh, la gratitud es una manera de cultivar la paz interior y la felicidad. Y he visto en los grupos cómo este cultivo florece: las personas se abren, se serenan y encuentran un nuevo sentido de conexión con la vida.
🌼 Pequeñas pautas para cultivar gratitud en tu día a día, ¿te animas?
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Al despertar, toma un momento para notar algo que ya esté bien, por mínimo que parezca.
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Observa tu cuerpo: presta atención a cómo cambia tu respiración y tu postura cuando piensas en algo que agradeces. Integrando la gratitud en el cuerpo.
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Escribe tres cosas por las que te sientas agradecida cada noche.
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Exprésalo: di a alguien, con sinceridad, lo que aprecias de su presencia en tu vida.
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Incluye lo difícil: agradece también las lecciones y oportunidades que han llegado envueltas en retos.
🌻 Un camino posible
La gratitud es un camino que elegimos cada día. Aunque las circunstancias externas sean adversas, adoptar la gratitud como perspectiva nos permite encontrar equilibrio emocional, claridad y satisfacción. No se trata de agradecer solo los días soleados, sino también las lluvias que alimentan nuestras raíces.
Cada “gracias” es una semilla; cada semilla, una oportunidad de florecer.
Al final, la gratitud no es una meta, sino una forma de caminar.
Un hilo suave que une nuestras experiencias, tanto las luminosas como las sombrías, y las convierte en parte de una misma trama.
Cuando nos permitimos habitarla, descubrimos que incluso en los momentos más difíciles hay algo que sostiene, algo que nutre, algo que nos recuerda que seguimos vivos y presentes.
Que cada día podamos encontrar, aunque sea un instante, para decir gracias.
Gracias por lo que fue, por lo que es, y por lo que está por venir.
Porque en ese gesto sencillo, el corazón se abre y la vida, de alguna manera, se vuelve más habitable.
